Bodegas Franco Españolas

5 diciembre 2023

Este nombre que asocia franceses y españoles puede aplicarse a todas las firmas riojanas históricas que nacieron en el último tercio del siglo XIX sobre el sustrato de los almacenistas galos, cuyas instalaciones fueron adquiridas por empresarios españoles cuando volvieron a su país después de la filoxera. Sin embargo, las Bodegas Franco Españolas siguieron como proyecto conjunto. Hoy, después del desdichado paréntesis rumasino, la tercera generación de Marcos Eguizábal parece tomar las riendas de la calidad sin apartar la mirada a toda una historia que nace en 1890.

Desde que tengo uso de razón enológica no tuve demasiado interés en esta casa que conocí en los Ochenta en pleno periodo de Rumasa, sospechando que los intereses mercantilistas superaban los de la calidad, después de la experiencia con Paternina. Hubo un pequeño despertar cuando el grupo jerezano lanzó el blanco Viña Soledad como uno de los primeros aldabonazos de los llamados blancos afrutados. En mi libro sobre la Rioja editado en 1989 dedico un capítulo a la casa, ya propiedad de la familia Eguizábal después del 21 de enero de 1985, fecha de la expropiación. Sin embargo, el nuevo propietario, con antecedentes que nada tenía que ver con el vino, tampoco me daba seguridad para entrar en más detalles.

Foto, Nave de tinas de fermentación (actualidad)
Foto. Naves de la bodega Franco Españolas

La época anterior a Rumasa, que la adquirió en 1973, gobernaba en la casa Don Hilario de la Mata. Lo hizo desde 1942 como consejero delegado y a partir 1954 como responsable ejecutivo. Fue una familia aristocrática que entró en la empresa a partir de 1922, dejando de ser “Franco” para pasar a “Españolas” y por lo tanto de propiedad nacional. Hilario, ejerció una notable expansión de la bodega fundando la distribuidora Hilario de la Mata Representaciones S.L. que después se llamaría VARMA, convirtiéndose en la primera empresa de distribución de bebidas alcohólicas de España, lo que le permitió comercializar los vinos entre los hoteles más prestigiosos de Madrid.

Pequeña historia

En el año de su fundación en 1890, el consejo de administración lo formaban negociantes franceses y capitalistas españoles. Frederic Anglade y Saurat, negociante bordelés, llegó a la Rioja 10 años antes, cuando la filoxera hacía estragos en el viñedo francés, pero con la decisión de quedarse definitivamente. Compró un terreno para construir la bodega en Logroño, en la orilla izquierda del Ebro, enfrente del puente de hierro inaugurado en 1882. La zona era el extrarradio campesino de huertas y casitas con la frontera infranqueable de un Ebro caudaloso. No lo pensó dos veces cuando sabía que era el primer puente que se había construido en Logroño y por lo tanto una mejora en la comunicación con la ciudad y con el ferrocarril. No sólo compró el terreno para edificar la bodega sino también una gran extensión en torno a ella creando un vivero de cepas americanas en las parcelas El Tiro, Infante y La Arena.

Foto. Antigua fachada de la bodega Franco Españolas

Entre los logroñeses a la bodega se la conocía como la “bodega del puente”. La bodega, como casi todas las históricas, se afanaban en producir otras bebidas en relación a la norma de las bodegas históricas de elaborar espumosos, vermut e incluso brandy. Así aparece la etiqueta con una diosa amparando el “Coñac de Rioja” que elaboró Franco-Españolas en sus primeros años.

La edificación en su fachada exterior apenas se ha modificado desde su fundación. Consta de 4 naves, dos en cada costado de la fachada principal en línea con la arquitectura bodeguera francesa. Frederic nombró como gerente y también bodeguero a un francés, Alexis Lepine, hasta 1912, siguiéndole otro francés con conocimientos de las prácticas bodegueras que se llamó Paul Denís, terminando su actividad en 1918. Anoto algunos datos inéditos que aparecen en el libro 'La Bebida Española' de Julio Tarín Sabater editado en 1956. Después de terminar la presidencia de Anglade en 1905, la responsabilidad había recaído en Alphonse Dupeyrón hasta 1920, fecha cuando el accionariado español compra la participación francesa encargándose de los destinos de la casa Perfecto García de Jalón y dos años más tarde le sustituye Juan Núñez Achústegui hasta 1926. Más tarde le sucedió en el cargo Salvador Aragón y Barrón antes que en 1938 llegara a la dirección general Pelayo de la Mata y Barrenechea, Conde de San Cristóbal, que dirigió la firma hasta su fallecimiento en 1954, siguiéndole su hijo Hilario de la Mata hasta la compra por parte de Rumasa.

La marca Diamante, un blanco dulce que arrasó durante muchas décadas, llegó a ser tan conocida como el propio nombre de la bodega. El mismo Hemingway en sus pocos momentos de sobriedad llegó a calificarlo como “el mejor vino del mundo”.  En mi casa, donde éramos radicalmente abstemios, recuerdo que mi madre guardaba una botella de Diamante que aseguraba era un “vino de señoras”, tal y como se constaba en la publicidad de la marca.  Me dio a probar a la edad de 12 años un sorbo dulce y etéreo que no rechacé. En esos años, en un catálogo de 1957, aparecía además del dulce “tipo Sauternes”, el tinto Excelso, Royal Claret “tipo Bourgogne” que nació en 1906 después de su marca más antigua, el tinto Claret “tipo Medoc” que apareció en 1896. El blanco seco Viña Sole “tipo Chablis” tuvo un nombre anterior, Viña Sol, que la bodega tuvo que retirar por pertenecer a las Bodegas Torres.

Familia Eguizabal

Durante el reinado de Rumasa (1973-1984) las ventas de los vinos se sucedían por el impulso comercial de los años de Hilario y no tanto por la aportación del grupo de la abejita. La expropiación de Franco Españolas a un precio de circunstancia permitió a Marcos Eguizábal adquirir la empresa. Su relación con esta casa comienza en 1927, a los 8 años, cuando su padre trajinaba con vinos entre distintas localidades de la Rioja. A esa edad se coló de polizón en un camión de pellejos que conducía unos de sus hermanos mayores. La familia residía en El Villar y en Marcos ya comenzaba a dibujarse el deseo de ser enólogo cuando un amigo de la familia le acompañó a visitar Franco Españolas sin pensar que unos años más tarde la bodega sería suya.  La Guerra Civil acabó con sus aspiraciones dirigiendo sus pasos al negocio de la construcción. En Almería estuvo relacionado con el auge de los invernaderos de El Ejido fruto de una mente despierta que se mantuvo incluso para otros negocios.

Hace unas semanas la tercera generación de los Eguizábal, en la persona de Borja Eguizábal, convocó a un nutrido grupo de periodistas en el remozado hotel Ritz. La excusa fue la presentación de un nuevo soplo con Pálpito, una garnacha de categoría, en un intento de enganchar sus marcas centenarias con el presente y futuro. Antes, se dio un repaso a todos esos vinos que ilustraron la bodega, comenzando con el blanco Viña Soledad Tête Cuvée Reserva 1959, con los brillos dorados del tiempo pasado evocando la paja húmeda y las notas de frutos secos con los sutiles matices de barricas viejas.

Foto. Antigua ilustración de la bodega Franco Españolas

Después vino la cosecha 1978 con recuerdos de mueble viejo y una acidez menos marcada que la anterior añada. Me gustaron más el tinto Excelso Gran Reserva 1964 la cual no podría fallar ante esta añada mítica coronado con un magnífico Royal Gran Reserva 1975 pleno de matices florales, cuero, yodo y polvo de desván, con la elegancia de un vino que seguía vivo en el paladar después del trago y también en el recuerdo.

Hoy he recibido el blanco Bordón Viña Sole cosecha 2017 y el Diamante de Graciela 2017 que me devuelven a los primeros tragos de una bodega plena de daguerrotipos, testimonio de su larga vida.

    Escrito por Jose Peñín

    Uno de los escritores de vinos más prolífico de habla hispana y más conocido a nivel nacional e internacional. Decano en nuestro país en materia vitivinícola, en 1990 creó la “Guía Peñín” como referente más influyente en el comercio internacional y la más consultada a nivel mundial sobre vinos españoles.

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