Cómo se hacía el vino de Rioja desde el siglo XVI

27 junio 2023

Tras la Reconquista, el clero es el principal impulsor de la viña, sobre todo en la mitad norte de España. Hasta el siglo XVI, el vino, como herencia romana, estaba en manos eclesiásticas desde que en el siglo IX el obispo Abilio dictara la primera legislación riojana en materia vinícola, aunque su producción y legislación no fue diferente al del resto de la península ibérica.

La historia del vino riojano, como un producto de calidad y alejado de los demás, comienza en la segunda mitad del siglo XIX. Hasta entonces, su vino era muy campesino, frágil, de consumo local y, si acaso, se bebía en algunas zonas del País Vasco. No está claro por qué razón el nombre Rioxa (citado por primera vez en 1352) como zona vitivinícola se extendiera más allá del entorno del Rio Oja en la zona más alta de la Rioja.

La Rioja, como todas las zonas vitivinícolas de Europa, no fue ajena a los cambios en el transcurso de su historia. Los diferentes tipos de vinos no se debieron a unas determinadas modas, sino como consecuencia de los factores agrícolas que imperaban en ese momento.

Actualizo un artículo que firmé en la revista Sibaritas de febrero de 2004. 

SIGLO XVI

El Siglo de Oro, indudablemente, fue blanco en gran parte de España. Imperaban los vinos generosos, con la utilización de la uva blanca que producía más cantidad que la negra en zonas de menor pluviometría. En la Rioja, aunque existían algunas cepas de uva tinta que, según viajeros como Cook, “producían vinos espesos y groseros”, la mayor parte de la zona elaboraba blanco, incluso en Haro, a finales de este siglo.

Características de los vinos:

Cabe suponer que los vinos blancos se elaboraban con los hollejos “las madres” y como conservante aguardiente, si se tenían que guardar. Se puede pensar que gran cantidad de vino se producía en parrales de regadío, por lo que la graduación alcohólica no sería elevada. Vinos de toques rústicos, con dulcedumbre y un fondo ligeramente pasificado, en el supuesto de no añadirle agua para consumo diario.

SIGLOXVII

Fue el siglo de los “vidagos”, donde en la misma hilera se podían contabilizar cepas tintas y blancas y de diferentes castas. Fue la época del clarete que recogía la lejana tradición de los blancos pardillos del siglo XII. A comienzos del siglo XVII, la mayor demanda de vino blanco arrastró la utilización de la uva tinta para colorearlo, desde el blanco manchado o “pardillo” al clarete más vivo. Estos vinos gustaron porque, además de la suavidad del blanco, se añadía un gusto nuevo de uva tinta sin la rasposidad de los escasos y duros tintos de la época. No obstante, los “clarets” bordeleses estaban en su apogeo, fórmula que suavizaban los tánicos y “verdes” tintos de la zona.

Características de los vinos:

Puede suponerse que los claretes tendrían un cierto sabor más fresco y ligero que los blancos, ya que la larga maceración de los hollejos daba paso a un menor contacto del vino con las pieles ante la presencia de uvas tintas, que podrían teñir demasiado al vino.

SIGLO XVIII

El incremento del cultivo de uvas tintas generó el consumo de vino tinto con las mismas prácticas que con los blancos: entrada de racimos enteros con su raspón, incorporando el pisado de la uva para generar más color en fase prefermentativa. La experiencia del clérigo Manuel Quintano con los modos bordeleses de elaboración no cuajó entre los cosecheros.

Foto: Mojón de piedra con tonel que orientaba a los muleros hasta Bilbao

Características de los vinos:

El sabor no diferiría de los actuales mal elaborados: vinos con sabor a regaliz, con aromas a sulfídrico, con estructura, ácidos con cierto verdor del escobajo, vinos con “peso” carnosos y rústicos.

SIGLO XIX

A finales del siglo anterior y durante la mitad de éste, los tintos se suavizan reduciendo la pisa y solo se utiliza el vino que procede de la semimaceración carbónica, por lo tanto, de “lágrima”, bajos de acidez, que se podían identificar con los vinos de cosechero, tal y como en la actualidad se elaboran.

A partir de 1850, con las prácticas bordelesas en la bodega del Duque de la Victoria por parte de Luciano de Murrieta, Camilo Hurtado de Amézaga en la bodega del Marqués de Riscal y ciertas enseñanzas de los almacenistas franceses, se inicia la era de los “vinos finos” en contraposición a los “espesos” que se producían hasta entonces.

Características de los vinos:

Tintos de color oscuro con más limpidez, sin raspón, trasegados y protegidos con dióxido de azufre, buena acidez y sabor a madera, con una graduación no superior a los 12 grados. Por el momento, cabría suponer que una mayor permanencia del tinto en las barricas generaría cierto “gustillo” volátil o ciertas notas de evolución.

SIGLO XX

A principios de este siglo, la generalización y uso de toneles, fudres, tinas y barricas de madera planteó el problema de la servidumbre tonelera. El tonelero a sueldo, para reparar las duelas y fabricar toneles para reponer las muy viejas, hizo prosperar la imagen de los calados y barricas viejas como testimonio del vino de guarda.

1.920

La consolidación de las oficinas de las bodegas principales a Madrid y Bilbao facilitó el embotellado en destino. Las barricas cargadas de vino iban por vía férrea a la casa del comprador, acompañadas del bodeguero, que llevaba las botellas y utensilios de embotellado. Vinos de medio cuerpo y color, con inclusión de un porcentaje de uva blanca y, además, como resultado de muchos trasiegos debido a un largo periodo de permanencia en barrica, ya que el vino solo se sacaba para la venta.

Foto: Vuelca de la vendimia en una prensa

1.960

Los tintos son más oscuros debido a una menor inclusión de uva blanca (auge del vino blanco en barrica) y la importación de vino de Aragón, principalmente. Algunas bodegas disponían de plantas propias en Cariñena, Jumilla, Mancha e incluso, Madrid. Los tintos envejecidos en roble, aunque son de moderada expresión frutal, frescos y ácidos, tenían un fondo ligeramente húmedo con recuerdo de champiñón. Auge del término Reserva, Reserva Especial y Gran Reserva. Década de grandes cosechas 1.962, 1.964, 1.968... Algunas bodegas históricas sistematizan dos estilos de vinos: “tipo burdeos” (al hilo del modelo Médoc que imperaba a finales del siglo XIX), en botella bordelesa, con inclusión de tempranillo de la Rioja Alta, con mazuelo y un punto de viura, con un color rubí vivo y sabor de gran fineza; y “tipo borgoña”, en botella abombada con vinos de garnacha y Rioja Alavesa de más color, con acidez más baja y algo más carnoso. 

Comienza a generalizarse la edad del vino con la referencia de “2ºAño” (vino joven bebido al año siguiente al de su cosecha, es decir en su “segundo año”), “3er. Año” (vino que más tarde se llamaría “crianza” y que se podría beber al tercer año de su cosecha), y así 4º, 5º e incluso 6º año. Todos estos vinos entraban en barrica como mínimo un año después de reposar en depósitos de cemento o tinas de madera. En algunas etiquetas aparecía más grande el nombre de la localidad de la bodega y el “depósito de Madrid” que la palabra Rioja.

1.970

Comienzan a aparecer las contraetiquetas rojizas del C.R. Ante la escasez de uva blanca, el Consejo da permiso para importar vino blanco del Penedés. Se generaliza el tinto de menor color, suave, ligero, con sabor a madera y elaborados en bodegas de mayor magnitud. Comienza a decrecer la figura del criador o bodega dedicada exclusivamente a criar los vinos comprados a cosecheros. La bodega Marqués de Cáceres, capitaneada por Enrique Forner, que tuvo un papel relevante en el Consejo Regulador, es pionera en limitar la crianza en barrica en favor de la permanencia en botellas, la última fórmula importada de Burdeos después de la elaboración de “vinos finos” del diecinueve. Esta práctica se generaliza a finales de esta década. 

1.980

Comienza la aplicación del Reglamento de la D.O. con un mayor respeto a las cosechas, erradicándose el sistema de “2º año” en adelante. Mayor control de vinos y viñedos. Empiezan las primeras elaboraciones con mayor color y taninos propios de una mayor maceración de los hollejos, la moda “Forner” toma auge, los vinos riojanos comienzan a definir sus variedades viníferas, disminución de la inclusión de uva blanca y garnacha a favor del tempranillo y mazuelo. Se inician las primeras tentativas de aumentar la participación de graciano. Se introducen las prácticas de meter el vino en barrica sin clarificado previo. Comienzan a aparecer blancos con fermentación en barrica.

Foto: Antigua fachada de Bodegas Riojanas (Ollauri, 1986)
Foto: Cosecha normal de D.O. Ca. Rioja

1990

Aparecen los vinos llamados de “alta expresión”, donde se priorizan la madera nueva, mayor grado alcohólico, tintos más intensos de color, maduraciones más largas de los racimos, mayor precisión de los valores de la uva. Tintos más carnosos, fruta madura, toques tostados del roble. Comienza el retrato del “vino de autor” como protagonista, se elaboran vinos de alta gama con crianzas a la medida del enólogo, sacrificando las contraetiquetas oficiales de crianza, reserva y gran reserva.

Siglo XXI

2000

Se consolida el retrato del vino “de autor” en relación con la los valores del suelo y cepa. Se moderan los filtrados, incluso, se evitan. Menores trasiegos. Se mejoran los vinos clásicos Gran Reserva. Comienzan a valorarse las barricas usadas, evitando el protagonismo del gusto “roble francés”. Vinos univarietales de graciano.

2010 hasta hoy

Auge de los blancos de mayor graduación, elaboraciones con lías, resurgir de los blancos con varios años de crianza. Los rosados alcanzan niveles de calidad con uso de lías. Imperan los vinos de estilo borgoñón, de maloláctica en barricas y entra en declive el modelo burdeos de trasiegos. Se instalan los fudres y barricas de 500 y 300 litros de madera, incluso usadas, huevos de cemento y arcilla. Aparecen los tintos tipo “infusión”, de colores más abiertos, priorizando los valores naturales del suelo desde posiciones ecológicas y la no intervención humana. Revolución de la garnacha riojana, reseñada incluso en las etiquetas.  Rescate de las uvas históricas, como maturana tinta y blanca, tempranillo blanco, malvasía y garnacha blanca.

    Escrito por Jose Peñín

    Uno de los escritores de vinos más prolífico de habla hispana y más conocido a nivel nacional e internacional. Decano en nuestro país en materia vitivinícola, en 1990 creó la “Guía Peñín” como referente más influyente en el comercio internacional y la más consultada a nivel mundial sobre vinos españoles.

El arqueólogo del vino

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