El riesgo del vino en la televisión

3 octubre 2023

Entre los géneros más conocidos del mundo es posible que el vino sea el único producto que proporcionalmente es conocido con menor gasto de difusión a gran escala como la moda, los perfumes y los automóviles.  El obstáculo no es solamente su menor margen comercial con respecto a los citados, sino el alcohol.  

Otro asunto es la cerveza cuyos márgenes son superiores para invertir en promoción y con el poder de las multinacionales. La ventaja de esta bebida es que sociológicamente se incluye entre el retrato ocioso de la tapa y el refresco además de su reciente oferta como bebida analcólica.  

Hace más de 40 años, tuve la suerte de conocer a Leocadio Machado (hoy fallecido), entonces conocido realizador canario de televisión, además de amante del vino, quien logró, no sin dificultades, rodar nada menos que 13 capítulos sobre esta materia, en la que yo algo colaboré. La serie se llamó “Protagonista, El Vino”. Fue la primera incursión de los grandes medios en el género, cuando todavía el vino rozaba lo épico, el vaso tabernario y la lírica de las tradiciones con una visión humanista y con un leve tinte folclórico: fiestas del vino, conducido por una especie de Séneca preguntón interpretado por el actor Valeriano Andrés.

Aunque eran los viejos tiempos de programación sin calibración de audiencia en la televisión pública, la serie salió en la 2, en la extraña hora de las 13:30 de los sábados, pasando con más pena que gloria. Este proyecto se adelantó en el tiempo a la serie “Un país en la mochila” en donde se rozaba ligeramente el vino, pero sin ninguna repercusión en los Noventa. Cuando se volvió a emitir la serie de Labordeta en 2010, la audiencia fue bastante superior, lo que me hizo pensar que producciones de más alto nivel podrían tener cabida.

Sin embargo, con el tiempo me fui convenciendo de que no era una cuestión presupuestaria. Simplemente que las mentes más lúcidas para presentar un buen proyecto audiovisual se mueven en los grandes shares exitosos de los concursos y espacios de entretenimiento con entrevistas, la mayoría copiados de cadenas extranjeras. En este mismo orden, haciendo lo mismo con producciones sobre el vino en la BBC, el simpático e iconoclasta Oz Clarke y la sobria y eficaz educadora Jancis Robinson, tampoco llegaron a las grandes audiencias en su país. Sin embargo, esas minorías de allí son mucho más elevadas que nuestras minorías de aquí y, por lo tanto, la permanencia y rentabilidad es mayor que si se hiciera en España. Recuerdo una conversación intrascendente con Pepe Rodríguez, el famoso cocinero, cuando le pregunté su opinión sobre si en televisión se aceptaría un concurso del mismo formato que Master Chef, pero en vez de con platos, con catadores de vinos. Me miró perplejo y me dijo que el alcohol es tabú en televisión y no habría manera de buscar la fórmula laberíntica para evitar esa relación.

Por razones de veteranía he tenido que participar en varios proyectos, algunos pergeñados por mí, todos fallidos, sobre series o programas televisivos sobre el vino. Mi memoria guarda programas pilotos, videos de prueba, guiones, escaletas, costes al céntimo de producción sin llegar a la prueba del fracaso de audiencia, porque nunca se pusieron manos a la obra, ni siquiera la de pasar la prueba de la búsqueda de patrocinadores, en la que incluso nosotros nos podríamos haber implicado ¿Una mano negra se extiende por las conciencias y temores antialcohólicos? ¿Tanto miedo a las ligas del ídem o a la espada inquisidora de Sanidad? 

En mi vida no he visto tanta euforia por parte de los mandamases de las televisiones (me dicen que es algo normal en el sector), tanto públicas como privadas, cuando les hablas de lo mucho que se puede contar del vino. Citas, reuniones, estrategias, para llegar al final al desinfle total dejando pasar el tiempo, que acaba marchitando incluso las propias ideas. Solo aventuras más modestas en televisiones regionales o locales, como la de Javier Pérez de Andrés en la televisión de Castilla y León, aunque su contenido es más cercano al de Labordeta. Otro ejemplo fue la serie de 21 capítulos de “Entre Vinyes” que emitió la televisión catalana, que yo sepa, alejan cualquier sospecha de que el vino pueda enviar a alguien a los infiernos de la bebida, pero estas frágiles iniciativas difunden solo regionalmente esta cultura. Si el asunto pasa por la cultura del comer ahí está el ejemplo que hace algo más de 10 años protagonizaron mis amigos Juan Echanove e Imanol Arias en la serie “Un País para Comérselo” pero no para “bebérselo”. Desde el momento que aparecía una copa de vino, el realizador fruncía el ceño, Sanidad vigila.

El vino solo queda encerrado en los limitados cortijos de las revistas especializadas que a duras penas subsisten si no son protegidas por otras actividades más lucrativas como eventos de promoción del vino. Algo que también se produce con otras cabeceras mundiales. Incluso los nuevos formatos audiovisuales impulsados por blogueros (en los que me incluyo) o instagramers, alcanzan un número raquítico de seguidores si lo comparamos con los de los sectores citados en la entradilla de este artículo.  

¿Qué impide que programas tipo Master Chef se trasladen al vino con la recreación de los sentidos de los concursantes? El producto agrícola más civilizado y culto, como es el vino, en donde el paisaje silvestre de las viejas cepas o el geométrico de los modernos viñedos,  el hombre en su relación casi mística con la viña y sus aprensiones con el clima, el paisaje humano y familiar de uno de los negocios más heredados y antiguos del planeta, la estética arquitectónica de las bodegas , el misterio de la fermentación y la crianza, la expresión de los sentidos al beberlo, el espíritu gourmet en la liturgia en la mesa, la historia milenaria del vino y las centenarias de las familias bodegueras, los coleccionistas y las emociones de las viejas cosechas ¿No son argumentos suficientes para el gran público? El último proyecto en el que pude tener alguna esperanza fue con Alberto Fernández Bombín y con el realizador Antonio Saura Zampa (el realizador del documental El Misterio del Palo Cortado) con la escaleta en la que aparecía Alberto con esas tablas cachondas que luce para patear viñas y bodegas al estilo del británico, simpático e inconfundible Clarke. Todo ello se quedó en agua de borrajas y casi con patrocinadores garantizados.

Lo más curioso -ya lo digo al principio- es que no existe en el mundo ningún producto tan conocido, pero con menor difusión como el vino. Los 14º de esta milenaria bebida es suficiente para tumbar cualquier iniciativa en dar a conocer toda la cultura sociológica, sensorial y arqueológica del vino. El poder del Ministerio de Sanidad es mucho mayor que el del Ministerio de Agricultura en los tres países más vinícolas del mundo: Francia, Italia y España.

    Escrito por Jose Peñín

    Uno de los escritores de vinos más prolífico de habla hispana y más conocido a nivel nacional e internacional. Decano en nuestro país en materia vitivinícola, en 1990 creó la “Guía Peñín” como referente más influyente en el comercio internacional y la más consultada a nivel mundial sobre vinos españoles.

Los microclimas de paraje

José Peñín trata en este artículo el microclima de una pequeña zona o paraje sin entrar en detalles del llamado microclima foliar que se origina en la misma cepa.

Sigue leyendo