El comercio secreto del vino español

1 agosto 2023

 Este comercio “secreto” se refiere al comercio de vinos entre bodegas y zonas. Una experiencia bastante extendida desde finales del siglo XIX cuando el origen de esos vinos era un factor secundario y solo mandaba el precio. Cuando se instituyeron las Denominaciones de Origen a partir de los años Veinte del siglo pasado apenas se frenó esta práctica, hasta que en 1980 la Rioja estableció fórmulas para prohibirlas y así respetar el nombre sagrado como era la Denominación de Origen. Una labor harto difícil en aquellos años.

A principios del siglo pasado en La Rioja era muy normal la compra-venta de vinos entre las propias bodegas históricas. En mis archivos cuento con algunas cartas epistolares entre el gerente comprador y gerente vendedor adornadas con los membretes más barrocos, algunas escritas a pluma con un texto educadísimo donde además de las condiciones de compra se daba parabienes a la familia de la bodega vendedora. 

Riojas falsos

Tampoco estaba mal visto mezclar rioja con vinos de otras zonas de España. Incluso algunas disponían de almacenes propios fuera de la Rioja. Firmas riojanas de renombre como Bodegas Bilbaínas contaban con sucursales en Cariñena, Valdepeñas, Alcázar de San Juan, Noblejas, Monóvar y en La Mancha que incluso citaban en su documentación y publicidad.  El comercio no tan secreto entre zonas era numeroso. Era una herencia de tiempos anteriores cuando el peso de la palabra Rioja era menor que el de las propias firmas cuyo prestigio se concretaba en su dimensión nacional. Lo importante era la marca y bodega y no tanto el origen.

 Hasta 1980 las reglas de las denominaciones de origen solo estaban en el papel y no en la realidad.  La vigilancia era casi nula. Los vinos de la Rioja se cotizaban más altos que hoy en proporción con los demás. Las diferencias de precio entre el vino a granel de la Rioja y los del resto de España eran abismales lo que facilitó la mezcla con vinos de Aragón y de La Mancha.

Alto Ebro

En aquellos años se estableció una denominación no escrita que se llamó Alto Ebro, una designación no reglamentada de vinos de mesa riojanos descalificados de la DO, es decir, los que no alcanzaban la valoración para poder ser denominados como rioja interviniendo también vinos navarros y por lo tanto más baratos. Eran tiempos cuando una gran proporción del vino riojano dejaba mucho que desear si lo comparamos con los de hoy. Los vinos descalificados procedentes de las dos zonas entraban como vino de mesa. La idea era atractiva ya que de este modo toda la producción riojana podía venderse por ambos cauces dentro de una jerarquía. Sin embargo, no se respetó este principio ya que los precios de los vinos descalificados seguían siendo más caros que los foráneos. Al no existir un Reglamento se convertía en un desastre y puerta de entrada de vinos forasteros más allá de los vinos descalificados de las dos D.O. 

Ello propició que los vinos de la Mancha y Aragón principalmente entraran en cisternas en la Rioja para mezclarlos con los del Alto Ebro. Yo mismo llegué a ver en las setenta cisternas de la Mancha circulando por la noche en algunas carreteras de la Rioja. Alto Ebro se convertiría en un caballo de Troya con vinos de otros orígenes para mezclarlos con los de la D.O.  La ley exigía que entre la bodega acogida a la D.O. y la de vino de mesa, mediara una calle o una distancia prudencial para evitar tentaciones de mezclar ambos vinos en el mismo edificio. Una medida que fue insuficiente para que muchos vinos foráneos pasasen como rioja. Esta idea del Alto Ebro no prosperó porque en los Setenta la Rioja era un coladero de vinos de otras zonas con vinos más baratos prevaleciendo el termino generalista de “Vino de Mesa”. Un vino que, proviniendo de bodegas instaladas en la Rioja pero no acogidos a la D.O. los intermediarios, tiendas y restaurantes lo vendían con la boca pequeña como rioja. Algunos justificaban que esos vinos sin contraetiqueta eran riojas porque la bodega se hallaba en la D.O. y eran más baratos porque se ahorraban los gastos  administrativos que supone mantener la estructura de la D.O. Bastaba que la botella no llevara contraetiqueta de la D.O. para que el comprador sintiera que ese vino era más puro.

La avidez por buscar vino de tempranillo fuera de la D.O. era ciclópea. La mezcla del escaso y caro tempranillo riojano con los baratos tintos manchegos no alcanzaban plenamente las características de un rioja para permitir una crianza segura. Solo en Guadalajara (50% del viñedo) y el Este de Madrid (24% del viñedo) se podía encontrar una tempranillo decente y barata hasta tal punto que Bodegas Faustino llegó a alquilar la cooperativa de Arganda para surtirse y llevarlo a la bodega de Oyón de vinos de mesa Alto Ebro.

El auge de la cisterna

Cuando murió Franco en 1975 las Denominaciones de Origen en su conjunto apenas llegaba al 30 por ciento el embotellado en bodega y el 20 por cierto de este porcentaje se exportaba. El resto de la producción se comercializaba a granel no solo como vino de mesa sino también como vino de D.O.. El granel sin D.O. alcanzaba el 80 por ciento de la producción nacional.  El vino común representaba el 90 por ciento del consumo en España envasados en parte en las grandes plantas embotelladoras nacidas en los Sesenta mediante la asociación de viticultores proveedores y pequeños y medianos embotelladores urbanos.  En el registro de envasadores editado en 1976 aparecían más embotelladores urbanos que en las propias zonas vitivinícolas.

La producción de Méntrida, Almansa, Priorat, Aragón, Jumilla, Cariñena y Toro se vendía principalmente por grado y color y eran la base de tintos que se mezclaban con vino blanco de Castilla-La Mancha y Badajoz para los mercados norteños y gallegos. Los vinos de Utiel-Requena, Aragón, Almansa y Manchuela mezclados con airén manchego lo compraban principalmente los exportadores de Tarragona y El Grao de Valencia. En algunas de las zonas citadas era que los vinos a granel que se enviaba en cisternas a los embotelladores urbanos sobre todo del norte de España era el mejor. Los embotelladores urbanos disponían de auténticos sabuesos, ya sean corredores o simples intermediarios de la cata recorriendo las zonas proveedoras citadas. Recuerdo en algunas visitas al Consejo Regulador de Méntrida incluso en los Noventa últimos, catar el granel identificativo, carnoso y sabroso ya vendido se daba la paradoja de que el excedente que por su calidad inferior no se vendía, la bodega lo embotellaba. Graneles que se mezclaban con agua en destino para pasar como vino de mesa.

Hoy este mercado ha pasado a la historia cuando en los precios de la materia prima de diferentes zonas son parecidos. La importancia de marca creada y embotellada en la misma bodega se ha impuesto en los últimos 20 años. La proporción de granel y embotellado ha girado hacia este último.

    Escrito por Jose Peñín

    Uno de los escritores de vinos más prolífico de habla hispana y más conocido a nivel nacional e internacional. Decano en nuestro país en materia vitivinícola, en 1990 creó la “Guía Peñín” como referente más influyente en el comercio internacional y la más consultada a nivel mundial sobre vinos españoles.

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