La sequía. El peligro de un anticiclón más grande

20 febrero 2024

El espléndido artículo de Javier luengo 'El agua que condena al viñedo de Penedès y que podría controlar a todo el mediterráneo' me ha sobrecogido ante la posibilidad de que un porcentaje serio de nuestro viñedo muera por falta de agua. Esto es insólito. No recuerdo en mi experiencia de casi 50 años que haya sucedido algo parecido.

Más allá del persistente discurso del cambio climático, existe una razón primigenia y es la influencia del llamado anticiclón de las Azores como el causante de nuestras carencias hídricas. A esta situación hay que añadir el aumento de las temperaturas debido al cambio citado que produce mayor evaporación del agua de nuestros ríos y embalses.  

El célebre anticiclón

No es la primera vez que comento el asunto. En las Azores llueve como en Galicia y no sé quién le puso este nombre sobre un fenómeno de altas presiones, cuando lo lógico sería llamarlo el anticiclón atlántico o sahariano. No voy a profundizar en cuestiones técnicas que posiblemente explicaría mal. Voy al hecho de que en el Atlántico, entre Galicia y el sur de Mauritania y adentrándose en nuestro país hasta un poco más al este de las Baleares, se producen casi todo el verano y una parte del invierno altas presiones dibujado en el telediario con un disco u óvalo de rayas concéntricas (isobaras) con una “A” en el centro que es el anticiclón, o sea, una zona que no llueve ni gota, pero a cambio nos permite gran parte del año ser líderes en el turismo mundial gozando de un cielo sin nubes y playas a rebosar, al tiempo que en invierno nos coloca algunas heladas y algo de contaminación.

En estas dos estaciones, como son la primavera y el otoño, se producen las lluvias más importantes porque el anticiclón baja de latitud y deja paso a las borrascas atlánticas y, por ello, el 80% de nuestra fuente hídrica. Este es el fenómeno normal de todos los años.  

Lo que está ocurriendo en estos dos o tres años últimos no es que el anticiclón haya retrasado su  bajada de latitud como siempre, sino que se ha hecho más grande alcanzando a nuestro país y media Europa en los tiempos lluviosos del otoño y primavera, reduciendo considerablemente el periodo de lluvias que le toca a nuestro país. 

En los mapas actuales y el mejor de los casos, vemos que desde el sur suben algunas lenguas de altas presiones que, entre ellas, misericordiosamente puede entrar alguna lluvia de dos días a lo sumo como un regalito para regar las calles, pero no para llenar los embalses. 

Después de esta explicación un tanto peatonal, habitamos en el territorio que más sufre las consecuencias del cambio climático de toda Europa. Incluso más que en Italia, Incluso apenas llega el famoso anticiclón a las costas mediterráneas de Argelia y Túnez y consecuentemente llueve más que en las nuestras.  

El problema catalán

El fenómeno de la sequía en Cataluña se ha agudizado debido a que en estos dos últimos años los frentes lluviosos occidentales han sido menos vigorosos en la Península al tocarnos solo los flecos sur de las perturbaciones, agravándose al estar más alejado del Atlántico y aún más del suroeste andaluz, que es por donde llegan la mayoría de los frentes. Las únicas lluvias que han afectado a Cataluña son las locales producidas por los cortos periodos de embolsamientos (las famosas “danas” producidas por la humedad del Mediterráneo), que sólo ocasionan torrenteras e inundaciones.

A todo esto, hay que añadir la escasa capacidad total de los embalses catalanes que casi es la décima parte de la de Castilla y León o Extremadura, con el agravante de un nivel de población y densidad agrícola infinitamente mayor.  Es cierto que esta sequía ha pillado a los catalanes con la guardia baja porque históricamente su pluviometría media anual sobrepasaba a la del resto de España y la urgencia en construir pantanos y desaladoras no era prioritaria. Dos años sin llover en Castilla y León o Extremadura no es un problema, mientras que tan solo un mes en Galicia o dos años en Cataluña, implica sequía.

El viñedo en peligro

La gran paradoja es que en las zonas que históricamente llueve menos, están más preparados que el resto. El sector agrícola murciano y levantino han aprovechado y mejorado sus recursos hídricos hasta el punto de enseñarles a los israelitas cómo optimizar el agua. Gran parte de nuestro viñedo está preparado para los 300 litros anuales, pero no para los 150 de estos dos últimos años, afectando a las viñas jóvenes y de media edad.

Solo podían salvarse las viñas viejas por su mayor volumen radicular y profundidad de sus raíces. En general, la gestión hídrica a nivel particular e institucional en nuestro país ha sido muy pobre. 

El excesivo gasto de agua de las zonas bajas de Castilla-La Mancha y los escasos recursos para aprovechar mejor el “gota a gota” de los viñedos de secano, han sido una generalidad en el viñedo español. En parte nos salvan las numerosas hectáreas de viñedos viejos que resisten más las penurias hídricas, pero en las plantaciones más recientes no existe un control digital del riego que permita aprovechar mejor el agua. 

En cuanto al riego radicular subterráneo, es muy costosa la instalación y mantenimiento de las tuberías subterráneas que reduciría a la mitad el consumo gracias a la nula evaporación, ya que la gota iría directamente a las raíces.  En este sentido, el Gobierno debería tomar cartas en el asunto subvencionando en parte la instalación y la creación de balsas artificiales de agua. Recuerdo en 1986 en un viaje en avión entre Johannesburgo y El Cabo contemplando desde la ventanilla la multitud de balsas artificiales que brillaban como charcos después de una lluvia. Han pasado 40 años y todavía este asunto no ha calado lo suficiente en el sector agrícola español.  

En cuanto a las altas temperaturas de los últimos años que puedan afectar a la calidad de la uva, entre otras medidas, siempre queda la opción de utilizar cepas aún más tardías, pero si no hay agua puede ocurrir lo que está sucediendo en Cataluña, que el viñedo se muera de sed.  Me temo que este periodo de escasez de lluvias no sea cíclico sino que ha venido para quedarse.

    Escrito por Jose Peñín

    Uno de los escritores de vinos más prolífico de habla hispana y más conocido a nivel nacional e internacional. Decano en nuestro país en materia vitivinícola, en 1990 creó la “Guía Peñín” como referente más influyente en el comercio internacional y la más consultada a nivel mundial sobre vinos españoles.

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