¿Por qué en España cada vez se hacen mejores vinos?

15 febrero 2024

No es orgullo patrio, ni una frase hueca y sin sustancia. Tampoco son ganas de ver cómo ganamos a nuestros países rivales por el hecho de querer quedar por encima. Asumámoslo, en España se hace cada vez mejor vino. El vino, al contrario de lo que le pasa a la música actual, evoluciona y lo hace partiendo de premisas clásicas para mejorarlas y adaptarlas a los propios tiempos. Nada que ver a los ritmos actuales más escuchados, basados en ritmos machacones, robóticos y con voces adulteradas (autotune). Hoy día hacen mejor vino las casas históricas, hacen mejor vino los elaboradores de vino industrial y hacen mejor vino la infinidad de jóvenes y pequeños productores que llegan con aire renovador y desenfadado.

¿Cuáles son las causas de que vivamos uno de los mejores momentos de nuestra historia? La tecnología ha hecho mucho, sí, pero ni mucho menos ha hecho todo el trabajo. Continuando con el símil, si música actual como el reggaetón ha basado su crecimiento en ritmos sencillos, el uso de los aparatos eléctricos para crear melodías infantiles y memorizables, y la elaboración de mensajes cortos y repetitivos, el crecimiento del vino español se ha basado justo en todo lo contrario. 

No todo se basa en la tecnología, pero sí en la información 

Como punto de partida para entender la buena calidad de nuestros vinos de hoy diremos que toda la nueva tecnología existente ha ayudado a los productores más industriales a embotellar vinos sin defectos. Aunque eso sí, tan correctos muchos de ellos como impersonales. No ha de molestarnos la presencia de estos vinos en el mercado, pues en cierta medida son la puerta de entrada al consumo de vino. El problema es el precio al que se venden, teniendo en cuenta que sin entrar al detalle requieren de la misma cantidad de uva que cualquier otro vino, y hacer crecer la uva en el campo no es hoy por hoy precisamente barato. Que se lo digan a todos nuestros agricultores que estos días se manifiestan por toda España.

Es cierto que crecer en vinos impersonales y globales no es algo de lo que sacar pecho. Pero ahí está, es una realidad más de nuestro sector. Por eso, una vez mencionada la realidad tecnológica, vamos a dar paso a las razones de mayor peso en esa mejora cualitativa del vino español. 

Que en España se bebiese un vino que no fuese español era hasta hace bien poco algo inusual. Pocos se adentraban en el espectacular mundo sensorial de los vinos del mundo, con toda su diversidad de estilos, climas, suelos e interpretaciones. Tan solo algunos profesionales con miras se atrevían a ir probando vinos de todos lados. Pero resulta que una hornada de jóvenes profesionales del vino, viajados a base de vendimias en diferentes partes del planeta, sí bebían estos vinos de fuera, y lo hacían con criterio, intentando asentar conocimientos. Éstas lecciones sensoriales les permitía ver dónde se situaba el vino español con respecto al mundo de los grandes elaboradores. Y fué con esta visión que volvieron a sus lugares de origen con la intención de construir vino y zona con todo lo aprendido fuera y con el objetivo de aplicarlo e interpretarlo en clave local y personalista.

La idealización de determinadas regiones del mundo del vino hizo mella en el estilo de estos nuevos vinos. En efecto, la borgoñización hizo estragos, como antes lo hiciera la parkerización en el mundo del vino global, pero con un matiz positivo. Esta idealización trajo el convencimiento a nuestros jóvenes de que el terruño debía ser el objetivo, aunque pensasen que obligatoriamente la fluidez y la poca extracción era la vía para conseguirlo. Así pues, con la mirada puesta en la tierra, se ha empezado a profundizar en el conocimiento de los propios suelos. Cada vez son más los que dedican importantes recursos económicos a estudiar sus viñedos. Las grandes casas son las que han tenido la capacidad de soltar el dinero necesario para estudiar sus parcelas, pero no han sido las únicas. Los pequeños productores, por su vinculación al minifundio, también han crecido en el estudio de sus suelos, al poder destinar recursos menos excesivos para el análisis de sus pequeñas parcelas.  

Sea como fuere estos trabajos han influido en los vinos pues los elaboradores han buscado ofrecer una visión más local de sus viñedos. Se defiende el paisaje local, las tradiciones y la cultura de aldea.

Algunos jóvenes atraídos por este mensaje y la imagen que genera a través de las redes sociales han decidido probar suerte y esta prueba ha traído vinos imperfectos (no todos tienen formación técnica) pero con un profundo carácter local y también personalista. Estamos en un boom productor en lo que se refiere a estos nuevos agentes. Todavía habrá que ver cuántos de ellos sobreviven a las dificultades que el campo encierra, a sus exigencias y a la dura vida de los pueblos, muchos de ellos agonizantes por la España vaciada.

La búsqueda incansable de nuevas formas de elaborar

Mientras que en el pasado más próximo había una tendencia excesivamente conservadora a la hora de innovar en la forma de elaborar, hoy día es habitual que muchos enólogos busquen nuevas vías de expresión a través de la elaboración. Esto ha permitido la proliferación de nuevos vinos, elaborados por técnicas que antes no se desarrollaban en España. El boom de los vinos naranjas, los vinos ancestrales, la recuperación del barro o la inclusión de materiales nuevos como la cerámica para elaborar son claros ejemplos. Como es lógico todas estas “nuevas formas de trabajar” requieren tiempo para crecer, al igual que le pasó a los vinos naturales cuando llegaron a nuestro país.

Cuando el vino natural llegó a España lo hizo con un boom descomunal que se atrevió a poner en cuestión la capacidad analítica de los que como nosotros nos dedicamos a la crítica de vinos. Lo cierto es que estos primeros vinos naturales eran en su gran mayoría vinos defectuosos, aunque la novedad impidiera ver esta realidad a muchos de sus consumidores. Hoy, 10 años más tarde, existen vinos naturales soberbios, y cada vez se elaboran mejor y con más cabeza. Lo mismo sucede con todas las elaboraciones especiales.  

Los ancestrales se aproximan a la representación del suelo cuando en sus comienzos tan sólo buscaban ser un vino agradable, fresco y de fácil trago. 

Empezamos a ver con alivio como la borgoñización está dando paso a una climatización del vino. Ya no se trata tanto de buscar el estilo borgoñón del vino en cualquier parte del planeta. Hemos llegado a ver estos casos en climas realmente tórridos y secos. Ahora se busca adaptarse al mensaje del clima, con las peculiaridades del suelo, variedad y biodiversidad de cada uno. Empezamos a ver cómo lo mediterráneo gana fuerza, y cómo los productores continentales no rehúyen de su identidad climática sino que se enorgullecen de ello. Bajo este sello climático siempre subyace detrás la intención de hacer vinos más bebibles y agradables y si además pueden ser más frutales mejor. ¿Qué mejor escenario para los vinos que han de venir?

Conviene ser cautelosos por la repercusión del cambio climático en todo este esquema, pero si el tiempo lo permite todo este escenario positivo a nivel cualitativo nos permitirá ir escalando nuevos puestos en el ranking mundial de vinos. De momento nuestros vinos van ganando reconocimiento y cada vez se paga más por ellos en los mercados exteriores. Llegará el momento en que buscar añadas determinadas de algunos de los productores icónicos de España será francamente complicado. Mientras todo esto llega disfrutemos al máximo de los vinos que aquí tenemos siendo conscientes de que somos afortunados por ello.

    Escrito por Javier Luengo, director editorial de Peñín

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